ESTE ORTEGA ES DE LOS NUESTROS

Por ALFONSO SANTIAGO

Fotografía: ARJONA


Hasta en el brindis acertó Juan Ortega. Qué mejor destinatario que Pepe Luis Vázquez. Nadie mejor que ellos para saber que el toreo es aquella huelga de brazos caídos con la que definieron a Gitanillo de Triana. 

Esa fragilidad, ese milagro lento, esa rítmica pereza, ese don que tantos persiguen y tan pocos alcanzan. Sí, el toreo son muchas cosas. Pero la esencia del toreo no es cualquier cosa. 

Gracias a ella, no nos engañemos, pervive el toreo así pasen los años, las modas, los modos. Nada más nuevo que lo clásico. Juan Ortega lo lleva dentro. Y sin traicionarse, con paciencia, creyendo en lo que persigue, ayer cuajó en la Maestranza uno de los que van a ser toros de su vida. Y de las nuestras. 

Además, sin estar necesitado lo necesitaba. Más que nada, para demostrarse así mismo que el camino por el que transita es el que merece la pena. Siempre he admirado a los toreros que no se han traicionado, que no han cogido ningún atajo, que han creído firmemente en su verdad, pese a navegar a contracorriente. 

Recuerdo al Ortega de los agostos de Madrid de 2018 y 2019, cuando todo anidaba dentro suyo. El compás, ese temple casi desganado, esa manera de decir que así quiero torear… pero no siempre se puede torear así. Y mucho menos persiguiendo todo tan despacio. 

Es fácil, entonces, encontrarse con la incomprensión o el olvido como compañeros de viaje. Ortega convivió con ello. Como tantos otros. Pero si el don del toreo te sostiene, como le ocurre a Juan Ortega, la salvación llega. Se tarde más o se tarde menos. 

Y como en el toreo nada es casual, quiero imaginar que, desde allí arriba, el gran Pepe Luis Vázquez le dijo ayer a Pepín Martín Vázquez: “Mira, Pepín, a mi hijo le brinda un toro Juan Ortega en Sevilla. Siéntate aquí a mi lado para verlo, porque este Ortega de Triana es de los nuestros”.